lunes, 21 de diciembre de 2009

VIAJE A LOS CAMPAMENTOS DE REFUGIADOS DE TINDOUF. 3




























































































Día 1 llegada a Ausserd, 2ª parte

Tras el camino a pie y a pleno sol llegamos a la casa con los pies y la cabeza ardiendo. Al entrar nos descalzamos, y con mucho gusto, nuestros pies lo agradecieron, tienen el suelo de las casas cubierto de coloridas alfombras y de esta manera evitan que se introduzca la arena.
Fue muy reconfortante entrar en la casa, tan fresca, tan acogedora, después de haber pasado tantísimo calor.
Estábamos deseando darles nuestros regalos así que no esperamos más. A Jatat le encantó su balón dorado, su camiseta de futbol amarilla y negra, la cual no se quitó en dos días a pesar de venirle bastante grande y todo el material escolar. Nabila, no paraba de peinar, con su menudita mano, a su muñeca. Los niños recibieron con agrado sus regalos pero me sorprendió bastante que en ningún momento mostraron ningún tipo de inquietud ni nerviosismo al igual que con las chuches, las cuales cogieron y comieron con un extraordinario orden.
Comimos todos juntos en el salón en una mesa larga y bajita, sentados alrededor, en el suelo sobre cojines. Nabila, la mujer de la casa no se sentó a comer con nosotros, ellas no se sientan a la mesa, en esta casa los niños si comieron con nosotros, Dayala comía felíz del plato de su padre y éste le enseñaba a comer con tenedor.
A pesar de nuestra insistencia en ayudar a Nabila, ella no dejó que lo hicieramos, no consentía que entraramos en la cocina, su marido Sidina, ponía la mesa y traía todo lo necesario para comer …
Después de la comida nos dejamos caer entre las mantas y el descanso tan esperado por todos nosotros vino acompañado de un sueño tranquilo y necesario. El salón de la casa se había convertido en nuestro dormitorio, cedido por la familia mientras durara nuestra estancia allí.
A las 5 nos fuímos andando a otra daira (barrio) a visitar, si dábamos con las familias donde vivían, a dos niños del proyecto Vacaciones en Paz de Colmenar. Fuímos paseando sobre la arena como una hora y media, la tarde se hizo de un color rojizo extremadamente bella. En las calles apenas se veía a alguna mujer, de vez en cuando veíamos algún grupito de niños muy pequeños jugando risueños que nos decían cosas y volvían a sus juegos y andaduras infantiles. Se subían unos cuantos a una carretilla, se colgaban de las cuerdas de las jaimas, corría uno detrás de otro, se rebozaban en la arena o se tiraban ésta a la cabeza. Yo disfrutaba de verlos jugar, de oir sus risas de ver cuan felices eran simplemente por estar allí, jugando …. creo que hace mucho, mucho tiempo los niños de “nuestros países civilizados” también jugában así, eso me han contado mis padres y abuelos. Realmente una siente algo de envidia por dentro cuando ve a estos niños disfrutar así, verlos reir, verlos jugar, necesitarse unos a otros en los juegos ….
Llegamos a la casa de Mogta, el niño demostró alegría al vernos y su madre y el resto de mujeres que allí había también. Agradecida de la visita, la madre nos puso al cuello un collar de conchas a cada uno. Yo no me quité ese collar en lo que quedó de viaje.
Nos despedimos, la luz rojiza de la tarde se apagaba lentamente, estaba anocheciendo.
Fuímos a ver a otra familia cuyo niño, Ahmed, también pasa los veranos en Colmenar, fueron a avisarle y llegó agitado y sonriente, tiene la vista muy mal y no se pone las gafas que le hicieron en Colmenar por temor a que los demás niños re rían de él … le dijimos una y otra vez que se las tiene que poner pues si no es así las consecuencias podrían ser graves.
Es raro ver allí a los niños con gafas.

La noche cayó y con ella su silencio. En la oscuridad sólo se escuchaban los balidos de los animales, encendimos nuestras linternas y nos despedimos de ellos. Sukaina de nuevo nos guió hacia la casa, creo que podía hacerlo incluso con los ojos cerrados.

Caminamos a paso ligero bajo la pacífica inmovilidad de un cielo indescriptiblemente estrellado y entre las apagadas casitas de adobe.
No hay electricidad, tienen luz en sus casas y jaimas gracias a alternadores o placas solares.

Nos estaban esperando para cenar, cenó con nosotros un amigo de la familia cuya conversación era bastante agradable, había sido compañero de facultad de Sidina, los dos habían estudiado química, nos contaban con orgullo y desde luego, no es para menos. Al terminar nos hicimos las camas, nos habían puesto sábanas de algodón blancas, algo inusual, ellos no las usan, sólo usan mantas. Nos pareció de una gran hospitalidad por parte de esta familia. Y a dormir con mucho gusto ... Había sido un día muy largo, pareciera que lleváramos allí un montón de días.

1 comentario:

  1. Hoy día de navidad, estamos en Villarta reunidos con los de Iniesta y Valdemoro leyendo tus relatos. Nos ha encantado porque estamos reviviendo un poco tu experiencia. Te mandamos un beso.

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